Tormenta de Espadas I by Martin George R .R

Tormenta de Espadas I by Martin George R .R

autor:Martin, George R .R. [Martin, George R .R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: fantasía
ISBN: 9788496208438
editor: Gigamesh
publicado: 2005-05-18T16:00:00+00:00


ARYA

Cuando Arya divisó la forma, dorada bajo los rayos del sol del atardecer, de la gran colina que se alzaba en la distancia, supo al instante que habían vuelto a Alto Corazón.

Llegaron a la cima antes del anochecer y acamparon en un lugar seguro. Arya recorrió el círculo de tocones de arciano con Ned, el escudero de Lord Beric; se subieron a uno y contemplaron cómo los últimos rayos de luz se desvanecían por el oeste. Desde allí se veía una tormenta que estaba descargando por el norte, pero Alto Corazón estaba por encima de las nubes de lluvia. En cambio no estaba por encima del viento; las ráfagas soplaban tan fuertes que sentía como si hubiera alguien a su espalda tironeándole de la capa. Pero, cuando se daba la vuelta, no había nadie.

«Fantasmas —recordó—. Alto Corazón es un lugar encantado.»

En la cima de la colina habían encendido una gran hoguera; Thoros de Myr estaba sentado ante ella con las piernas cruzadas y escudriñaba las llamas como si no existiera nada más en el mundo.

—¿Qué hace? —preguntó Arya a Ned.

—A veces, cuando mira las llamas, ve cosas —le respondió el escudero—. El pasado, el futuro, cosas que están pasando muy lejos…

Arya entrecerró los ojos y clavó la mirada en el fuego para intentar ver lo mismo que el sacerdote rojo, pero sólo consiguió que le lagrimearan y tuvo que apartar la vista. Gendry también estaba mirando al sacerdote rojo.

—¿De verdad puedes ver el futuro ahí? —le preguntó de repente.

—Aquí no. —Thoros se apartó del fuego con un suspiro—. Al menos hoy. Pero hay días en que sí, en que el Señor de la Luz me otorga visiones.

—Mi maestro decía que eras un borracho —dijo Gendry, que no parecía muy convencido—, un farsante y el peor sacerdote que ha habido jamás.

—Qué cruel. —Thoros rió entre dientes—. Cierto, pero cruel. ¿Quién era tu maestro? ¿Te conozco de antes, muchacho?

—Yo era el aprendiz del maestro armero de Tobho Mott, en la calle del Acero. Siempre le comprabas espadas.

—Es verdad. Me cobraba el doble de lo que valían y me echaba la bronca por prenderles fuego. —Thoros se echó a reír—. Tu maestro tenía razón, no era un buen sacerdote. Fui el menor de ocho hijos, de manera que mi padre me entregó al Templo Rojo, pero no era el camino que habría elegido yo. Recité las oraciones y pronuncié los hechizos, pero también organicé incursiones a las cocinas y más de una vez me encontraron con una chica en la cama. Qué niñas tan malas, yo no tenía ni idea de cómo se habían metido entre mis sábanas.

»Aunque tenía talento para los idiomas y cuando miraba las llamas… Bueno, a veces veía algo. Pero causaba más problemas que otra cosa, así que al final me mandaron a Desembarco del Rey para llevar la luz del Señor a un Poniente que adoraba a los Siete. Al rey Aerys le gustaba tanto el fuego que se pensó que podría convertirlo. Por desgracia, sus piromantes se sabían mejores trucos que yo.



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